4 jul 2010

Crisis


Lo más complicado es arrancar. Notas como los engranajes chirrían al empezar a girar, como duele la sangre al volver a fluir por los dedos. Es difícil explicar una sensación que has vivido anteriormente y que te fuerzas en mantener en el recuerdo porque te hace sentir vivo. Más tarde podré volver a dejar fluir los pensamientos incoherentes, usando nexos que los articulen para darle forma, sentido, objetivo e historia.

Por ahora, puedo decir que la crisis de la existencia humana ha dado pie a tantas odas sin verso que las rimas están aburridas de buscarse entre ellas. Junto palabras sin sentido en un conjuro vacuo de magia para deslumbrar algún atardecer. Llegó la hora de las brujas.

Puedo – y quiero – volver a sentir que los faunos me poseen. Que los espíritus agrestes que antaño me susurraban épicas historias no han muerto en el olvido de la lógica. Que sigues estando ahí, con tu velo partido y tu sonrisa de lado. Que marco la diferencia de los capitales con la pluma, en un gesto descuidado a altas horas de la madrugada.

[La deconstrucción de la lírica]

La formulación de la vida sin genética cuantitativa. Los momentos en que me arrastra el torrente de lo efímero dejándome un regusto durmiendo en mi boca. Más agrio que mi particular hiel, más dulce que las almohadas de un harén.

Los párrafos se amontonan sobre mi letra, nítida y clara para un loco, como siempre lo ha sido. He tenido la suerte de vivir el momento con el cual Ende fabulaba: cuando los antiguos reyes, ahora cegados por el poder de la corrupción, jugaron al azar para encontrar la más hermosa historia jamás contada, la mía. Una historia tan interminable que se ve la nuca.

Pero, finalmente, ¿qué nos queda? Tirar los dados otra vez, buscando en esta crisis esos nanosegundos de lucidez en los que podemos leer el libro que nos narra.

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