17 sept 2010

Culture of Fear

Desde niño te han dicho que un monstruo habita tu armario. Ese terror que abre la puerta de madrugada entre chirridos sordos, asomando una lengua bífida y maloliente que habla verdades irrefutables. Con ojos rasgados, pupilas felinas y colmillos envenenados, te clava la vista para emponzoñar tus sueños.

Lo notas reptar. Esconderse debajo de la cama, entre el polvo y los recuerdos. Alimentándose de hadas muertas que cayeron cada vez que dijiste que no creías en ellas, sólo para no creer en él. Lo escuchas susurrar entre los árboles. Ves su sombra entrando por la ventana, haciéndose la perdida por los cajones de tu cuarto.

Nunca te tocó, ni sus dedos con pústulas acariciaron tus mejillas inocentes. Pero era más el terror de su presencia, el uso de su poder imbuido en demonología, que el propio terror a la muerte que trajera su hálito.

Creces, y la noche se convierte en tu refugio, nadando en ginebra y sacos de sueños rotos. Nunca le olvidaste, y nunca lo conseguirás. Pero has convivido demasiado con él. Te ha visto llorar mientras odiabas a una musa. Te ha visto escribir con rubíes escarlata, siempre desde su refugio de sombras y miedo.

Soportarás su presencia. Tolerarás su ansia por el terrorismo emocional, pues sabes que es un monstruo, y está en su naturaleza.