La libertad no consiste en elegir cuando morir.
Libertad. “Volver a la madre”. Sumerios acrónicos empezaron a creer en los designios de los hombres. Miríadas de antojos y deseos fusionan cabezas. Piensa en ser libre. En pasear de la mano con Poniente. En el sexo salvaje de Levante. En los cabellos al viento Elíseo que galopan por una llanura trepidante guiados por su suerte. Sueña, y… sé libre. Porque, ¿Cuándo somos más libres que en los sueños? Más que en ese momento en el que Chronos juega con Baco a hacernos delirar bajo el manto estrellado de Apolo. Dejar al inconsciente susurrarnos secretos bizarros en los dedos de los pies helados.
Libertad. Eternamente identificada con el vuelo, aunque los pájaros estén condenados a cruzar los cielos. Hacer pequeño todo lo que nos ahoga en tierra mientras ganamos altura. Adrenalina pura drogando los músculos atrofiados por el peso de la responsabilidad. Devolver al viento una bocanada de aire fresco.
Libertad. Freedom. Vikingos y sajones, sagrados y teutones, con pasados nórdicos de helado amor. Curiosos azares del lenguaje, maldito por la soberbia de los hombres de Babel, rescatan el calor de las noches rozando hojas de papel marchitado. Inmiscuyéndose en los andares de mozas y mozos, demasiados inocentes para saber que serán libres al amar.
"Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el lenguaje del corazón."
W.S.
Libertad. Mujer desnuda guiando al pueblo. La casaron con la justicia, aunque contra su voluntad. Quiso escapar por la ventana. Pero los pájaros la envidiaron una vez más. Fue perfilando el cielo gris manufacturado hacia una cárcel de ideales. Guillotinas que hacen caer opresiones. Desertores que compraron demasiados miedos. Muchachos compartiendo ratones de embarcadero.
¿Qué nos queda?
...de pensamiento...
De comercio.
Condicional.
De culto.
De imprenta.
Se perdió el concepto en la nube de la especificación. Y, ¿qué pasa con los soñadores que creemos en la antonomasia?
Los cobardes de frente limpia se arrancan la vida con el filo de una carta.
Los idiotas marcamos con tiza en el suelo nuestro paraíso de ideas, ideales e idealismos.
Las ratas de biblioteca mueren en alguna batalla que termino hace siglos o beben cicuta por su amada.
Pero todos, exceptuando a los que gozan de la falta de juicio que ofrece el libertinaje, tenemos algo en común.
Ninguno elegimos cuándo morir.
Todos elegimos cuándo vivir.
Y, por encima de leyes y paternalismos, cómo hacerlo.